¿Qué opinión tenemos sobre quienes ejercen la crítica literaria, fílmica, teatral…? Hablamos, por supuesto, de la crítica de suplemento cultural, no de la crítica real, seria y que nace de una reflexión, ni de la edición crítica literaria. Como vemos, el prejuicio es -puede ser- fuerte.En esa línea, me hace sonreír un tuit de José Luis Zárate:
Los gatos de biblioteca a veces les da por probar ese picor amargo que tienen los ratones que se alimentan en la sección de crítica.
— Jose Luis Zarate (@joseluiszarate) marzo 26, 2012
Uno, que no es tan ingenioso, y está profundamente convencido de lo bueno que son las redes sociales para dar rienda suelta a nuestras rant sessions (y, oye, a largo plazo ahorrar en horas de diván), se limita a soltar bilis de esta manera:
Todavía no soy un escritor lo suficientemente frustrado como para publicar críticas literarias en un suplemento cultural.
— Daniel Escandell (@danielescandell) mayo 30, 2012
Pero hay algo fantástico en el espacio digital: todos somos críticos. Ahora todos tenemos la posibilidad de establecer nuestra tribuna. Y, en realidad, todos somos eso sobre lo que tenemos tantos prejuicios, pues bajo el pelaje mucho me temo que subyace lo mismo. Como apuntaba Tisselli en una mesa redonda que tuvimos en la Pompeu Fabra todos ayudamos a construir un nuevo filtro, pero tengo la sospecha de que lo hacemos desde el mismo espíritu que las esferas de control del suplemento de periódico o la revista cultural-literaria.

Ser muchos quizá maquille lo negativo, ese sentimiento amargo del que hablaba Zárate, y lo bueno y lo malo se solapan y neutralizan en la pluralidad de opiniones. La objetividad por la masificación, la inundación de opiniones para perseguir una visión más cercana a lo neutro que puede generar también movimientos de radicalización, alejando más si cabe los extremos. Y cuanto más se alejan, también puede resultar más difícil acertar con el compás para trazar ese punto de intersección en a la línea que se dibuja entre los dos frentes.